TEÓFILO AVELLANEDA BALAGUERA
Especial para LA NACIÓN
Luego de alistar justo lo necesario, de conocer historias de anteriores recorridos y con la emoción a flor de piel, se llegó el día en que 17 expedicionarios ambientalistas nos embarcamos rumbo a explorar el camino que nos llevaría al nacimiento del río Las Ceibas.
Llegamos al centro poblado de Vegalarga, un corregimiento de Neiva y continuamos el recorrido en sentido contrario al río Fortalecillas mientras observamos sus laderas cubiertas de café, ejemplo del tesón, trabajo y la capacidad productiva de nuestros campesinos huilenses.
Los expedicionarios representaban a la Corporación Autónoma Regional del Alto Magdalena–CAM, la Alcaldía de Neiva, el Concejo de Neiva y la Universidad Surcolombiana.
Fue emocionante el paso por la hacienda El Cedral que nos recordó la historia del Barcino que escribió nuestro compositor Jorge Villamil Cordovez.
¡Aquí empieza lo bueno!, expresó el guía, indicándonos que nuestro transporte inicial, es decir, tres camionetas doble cabina tenían que apagar sus motores y esperar a nuestro regreso. Repartimos las cargas, aparecieron las carpas, las hamacas, las bolsas de dormir, las cámaras fotográficas y la comida.
Con los pesados morrales iniciamos el ascenso, estábamos a 2.035 metros sobre el nivel del mar y la meta era llegar a los 2500 metros en un continuo ascenso hasta alcanzar el majestuoso bosque de niebla donde nace el rio las Ceibas.
Todos miramos hacia la lejana montaña, donde se fundían los colores oscuros del bosque con las blancas nubes que anunciaban una próxima lluvia.
La primera parte del ascenso, que correspondía a la microcuenca de la quebrada El Colegio, presentaba un paisaje típico de potreros donde la ganadería alternaba con algunos productos agrícolas como la mora, el lulo, la gulupa y algo de hortalizas.
Bosque de niebla
‘En el camino se arreglan las cargas’, dicho popular que cobró toda la sabiduría de nuestros ancestros. Con tres horas de este fatigoso ascenso, el equipaje a espalda aumentaba de peso, parábamos, descansábamos, acomodábamos nuestros utensilios y volvíamos al ascenso. La solidaridad en el camino nos permitió doblegar el cansancio.
Estábamos llegando al encantador bosque de niebla, nuestro guía con dificultad escudriñaba el antiguo camino real por el que hace de 25 años recorrió a caballo esta zona cumpliendo sus obligaciones como guardabosque. En aquella época se iniciaron las primeras compras de predios con el propósito del proteger los nacimientos del rio las Ceibas y detener el proceso de fundar fincas en las que se dedicaron primero al establecimiento de cultivos lícitos.
La compra de estos predios y la restauración pasiva permiten contemplar una naturaleza magistral. Nuestra meta estaba cada vez más cerca y el bosque de niebla nos daba la bienvenida. Al alrededor, frondosos rodales de siete cueros, laureles, robles, helechos recubiertos de musgos y cargados de bromélias, orquídeas, bejucos y toda clase de plantas epífitas que tienen un aura de misterio y hacen de estos bosques lugares únicos.
Cuando el cansancio parecía doblegarnos llegamos al Cerro de las Cruces, nos internábamos en Santa Rosalía muy cerca al nacimiento del rio las Ceibas.
Uno de los expedicionarios relató: “los bosques de niebla se forman cuando las nubes cargadas de humedad chocan contra las empinadas montañas y envuelven con su blancura toda la selva. Al entrar en contacto con la vegetación, las nubes descargan sus diminutas gotas sobre las plantas, sobre sus hojas, tallos, raíces, se infiltran y recargan los acuíferos que conforman la red hídrica, en este caso del río Las Ceibas”.
Descendimos por el cauce de un pequeño afluente denominado La Cabuya y llegamos al río Las Ceibas, de aguas cristalinas que permiten observar su fondo y de un tan agua fría que serpentea entre numerosas piedras resbaladizas que invitan a una caída.
Con la escasa luz solar que teníamos, armamos nuestras carpas, levantamos hamacas, preparamos nuestra cena, tomamos café y nos dispusimos a descansar. Fue una noche larga, llena de sonidos de montaña, de frío y humedad.
Nuestros compañeros biólogos realizaron una caracterización de este escenario natural, reconocieron importantes especies de insectos, ranas y arañas que hacen parte de la gran biodiversidad del lugar.
Segundo día
Con los primeros sonidos de las aves y los tenues rayos del sol, recargamos energía con un caliente chocolate e iniciamos el recorrido aguas arriba por el río Las Ceibas en busca de acercarnos a su nacimiento.
Una gran oferta de biodiversidad estaba a nuestra vista, coloridas orquídeas de flores abundantes, colibríes de verde esmeralda y en el dosel alto apareció una de las aves más hermosas, los campesinos la llaman Soledad por vivir solo en lugares muy conservados y difíciles de observar.
Colmados de sensaciones placenteras por la biodiversidad que estaba a la vista, llegamos a donde confluyen dos corrientes denominadas Ceibas 1 y Ceibas 2. Remontamos aguas arriba por la segunda corriente, el cauce se hacía cada vez más estrecho, los acantilados dificultaban nuestro andar y las sucesiones de humedales en cada una de las laderas formaban pequeños drenajes que en su conjunto conformaban el nacimiento del río Las Ceibas.
Con la satisfacción de haber cumplido el objetivo de llegar hasta el nacimiento del afluente que surte de agua a los neivanos, se puede dar fe del óptimo estado de recuperación y conservación en el que se encuentra esta joya natural del Huila de gran riqueza hídrica
La restauración natural en este ecosistema ha creado condiciones ideales para que la avifauna continúe consolidando la vida en la zona de reserva hídrica del río Las Ceibas.
Nuestro consenso antes de partir a casa, es regresar y aplicar metodologías validadas en investigación ecológica para conocer en detalle la biodiversidad existente en esta área, que permita tener indicadores medibles de la recuperación de este importante ecosistema.
Levantamos nuestro campamento y por el mismo sendero de entrada, fuimos saliendo lentamente dejando atrás este inigualable ecosistema que nos albergó por dos días.