Vivamos con el aire de Jesús, no con el que más sopla

«“A otro le dijo: – «Sígueme.» Él respondió: – «Déjame primero ir a enterrar a mi padre.» Le contestó: -«Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.» Otro le dijo: – «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.» Jesús le contestó: “El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios».» (Lucas 9,51-62).

 

Ser cristiano no es tener fe, sino irse haciendo creyente. La vida cristiana no podemos concebirla de una manera estática, sino que es un proceso de crecimiento y seguimiento continuo. Las exigencias de Jesucristo son radicales, aquí se trata de definirnos: somos o no somos.

Nos encontramos con nosotros mismos llamados cristianos y que nos reservamos ciertas zonas de nuestra vida, en la que de ninguna manera queremos dejar que entre Jesús con sus exigencias: nuestro modo de comportarnos a la hora de ganar dinero, o de querer dominar y servirnos de los demás, nuestra relación de cada día a veces dura y de mal humor con los de casa, nuestros odios o recelos hacia personas que viven cerca de nosotros. Y así estas zonas se convierten en cáncer de nuestra vida cristiana, porque el problema es que no dejamos circular a Jesucristo por ellas y entonces por ellas no pasa la savia de la Vida de Jesús. Hemos aprendido los cristianos de nuestro tiempo a colocar: a Jesús al mismo nivel que otros muchos valores e intereses que hay en nuestra vida. Y hacemos que en nuestra vida haya un montón de compartimientos para cuando nos interese en cada momento.

La radicalidad que hoy nos plantea Jesús a sus seguidores, es que él sea el valor fundamental por encima de todos los demás…Que desde él aprendamos a vivir y a organizar toda nuestra vida. Que nos dejemos transformar por él en esas zonas que aún tenemos reservadas y por las que no termina de circular su savia. Hoy somos invitados a ver claramente lo que significa ser cristiano y elija con toda rectitud y sinceridad si quiere serlo o renuncia a ello. Esto no quiere decir, que el cristiano ha de ser una persona impecable, que cualquier tropiezo es una apostasía de la fe, pues no importa caer en el camino; lo que importa es tener clara la meta a dónde vamos. Lo malo sería que hiciéramos ediciones acomodadas, contemporizadoras, infantiles del Evangelio, o escribiéramos evangelios apócrifos para legitimar posturas, criterios, actitudes o comportamientos. El gran desafío que tenemos los cristianos es decidirnos entre una religión burguesa o un cristianismo que sigue a Jesús. Se trata de vivir hoy “con el aire de Jesús” y no “al aire que más sopla”. Un cristianismo reducido a unos pocos ratos y a unos pocos ritos religiosos vale para muy poco o para nada.

Como se ha dicho tantas veces, de un cristianismo reducido a media hora dominical no hay que esperar gran cosa. Las exigencias de Jesús para seguirle suenan muy fuertes, por eso son mal entendidas, pueden producir la idea de un Jesús sin entrañas. Con ellas pretende señalar la radicalidad con que es preciso seguirle. Jesús no fue inhumano; al contrario, fue el más humano de los humanos. Su vida fue un continuado gesto de ternura. Llora ante la muerte de su amigo Lázaro, defiende a los más pobres. La primera condición que señala Jesús para su seguimiento es la paciencia y la misericordia, la liberación de todo fanatismo.

En segundo lugar, Jesús reclama como condición la pobreza: seguir a un Maestro pobre, que elige la pobreza como camino de libertad. Le indica a quien pretende seguirle que no se llame a engaño, él predica la bienaventuranza de la pobreza, la renuncia al ídolo del dinero.

Servir al dinero es sufrir una forma dura de esclavitud. Jesús advierte al tercer candidato: “El que pone la mano en el arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios”; con ello señala que el seguimiento implica una decisión radical. No se puede ser del Reino y del mundo. No se puede ser cristiano en el templo y pagano en la vida cotidiana. He aquí un mensaje apremiante para muchos contemporáneos nuestros tan amigos de lo provisional.

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