De solo pensarlo produce una inmensa asquerosidad: todas las descargas sucias de los neivanos vertidas en las aguas del río Magdalena. Pero, ¿cómo después de tantos años los habitantes de la capital del Huila siguen contaminando así al más importante afluente del país a su paso por la ciudad? ¿No nos interesa proteger el ambiente?
La reflexión es oportuna en momentos en que está por concluir el mandato de un gobierno municipal, los neivanos se encuentran próximos a elegir a su alcalde para los próximos cuatro años, y la construcción de la planta de tratamiento de aguas residuales, PTAR, sigue siendo una utopía en la ciudad.
Aunque parezca increíble, la construcción de la PTAR fue producto de una orden judicial emitida el 27 de junio del año 2005. Aun así, no se ha cumplido.
Han pasado ya varias administraciones municipales y la construcción de la PTAR sigue en el limbo. Lo más reciente que ha pasado alrededor del proyecto es la decisión de la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales, Anla, que archivó por tercera vez la licencia ambiental de la obra por serias falencias. Las tres solicitudes fueron rechazadas “porque la información requerida para su trámite resultó insuficiente, generaba incertidumbre, y registraban serias falencias técnicas y ambientales, que no lograron subsanar”.
Vale la pena indicar que la responsabilidad por la PTAR no es solo de la Alcaldía de Neiva. También está involucradas entidades como la Gobernación del Huila y la CAM.
En resumidas cuentas y partiendo de los requerimientos judiciales, las gestiones de las entidades vinculadas al proyecto no han sido suficientes ni efectivas para garantizar la construcción y operación por lo menos de la primera de las tres fases del megaproyecto, que costaría alrededor de 553 mil millones de pesos.
El alcalde de Neiva que sea elegido el próximo 29 de octubre tendrá, necesariamente, que priorizar la PTAR y fijarla como prioridad desde el primer día de su gobierno.